
El otoño en este lado de Europa está pletórico. La visita de mi madre y Juan fue la excusa perfecta para escaparme de las clases y ver algo del mundo real. Pero más tenía de mágico que de real los parques por los que paseamos. En el día de todos los santos, infinidad de familias salen a comer helados o canutos de nata entre los árboles, no hay un sólo columpio, los niños disfrutan más jugando con la hojarasca, los pavos reales o dando de comer a las ardillas. El Palacio sobre el Agua compite en nostalgia y ensoñación con las sombras siempre alargadas del norte, de ramas y troncos. Todo parece fuera de lugar, patos de caza despistados adentrándose en el bosque, las terrazas llenas a bajas temperaturas. En el día de los muertos la naturaleza late. La noche anterior, volviendo de Cracovia en tren, centenares de candelas de colores centelleaban en los cementerios a nuestro paso. El otoño en Polonia es un suave juego de claroscuros, luces de muerte, sombras de vida.
1 comentario:
Recuerdos a ese otoño.
Y a A.M., a quien algún día le encargaré el diseño de mi casa.
Al fin tengo un hogar, por cierto, a ver si lo conoces cuando vuelvas.
Un beso.
J.C.
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