
Aunque el 5 haya perdido la magia de las cabalgatas imposibles con su despliegue de orientalismo de purpurina y lentejuela... ver el nerviosismo de los niños en una noche como ésta despierta algo de ese sentimiento olvidado: el nudo en el estómago al oir los camellos entrar por la ventana.
Feliz noche de reyes, aunque ya no seamos tan crédulos. El mercado de Navidad bruselense con su olor a vino caliente con canela, el son et lumière de la Grand Place o el Belén de El Escorial me han devuelto un poquito la inocencia. El gordo en las faldas de Melchor tiene algo de culpa. Que no haya mucho carbón que merecer!